Dedicatorias

A mis padres, Oscar y Maria. Por lo que fueron
A mi esposa, Emilce. Por lo que es
A mis hijos, Emilio y Julia. Por lo que son y seran


A plazos



Sobre la nada el verdugo
Juega a las cartas
Y hace trampa
la d
i
s
t
a
ncia
que va  de la mano del prodigo
a la cara del apócrifo
no es segura que n
os cuide
el desdén es lo que rein
a
y así vertiginosos nos deslomamos
día a día

sábado a la noche



Inmovibles en la asonada
Temblorosos al grito
 En pánico

Van y vienen
                                                                       Calientes de fobia
                                                                       Pintados a mano
Holocausticos                                    todo boleto de ida
 
Monigotes
Insolados
Mercachifles
Un nada que ver   bajan y suben
 
Sobre la magma ciudad
Se humedecen los pasajeros

A plazos





Sobre la nada el verdugo
Juega a las cartas
Y hace trampa
la d
i
s
t
a
ncia
que va  de la mano del prodigo
a la cara del apócrifo
no es segura que n
os cuide
el desdén es lo que rein
a
y así vertiginosos nos deslomamos
día a día












Eclipse (la noche es lo peor)
Juan Etchegoyen

A Emilce por siempre en lo mas profundo de mi alma


en mis entrañas
el silencio atruena
el aire se ausenta
aturde
marea
derrite
diluye toda cordura
deja un vacío

un puto agujero en el pecho

nada es lo que queda
nada

no está

ojo sobresaltado


ojo sobresaltado



ojo de ajo

y jazmín

         maniatado        apresado      ojo 



muerto sobre vida

ojo por ojo



todo un desatino

ida y vuelta


a veces


Manolo y la multiplicadora



La multiplicadora estaba terminada. Sobre la mesa se desplegaban una innumerable planos de circuitos propios de quien trabaja en algo serio. Manolo tomo la multiplicadora y la observo, no era más grande que una perilla de luz tenia la misma forma  de esas que se usan en los veladores. La hizo girar entre los dedos y la guardo en una caja de fósforos pintada con tempera rosa y que tenia escrito multiplicadora.
Estaba orgulloso de su trabajo.
La multiplicadora no era una maquina que nos dijera cuanto era mil cuatrocientos doce coma cuatro por trescientos quince, no señor eso lo haría cualquier aparato de morondanga. Tampoco servia para darnos la tangente de ochenta y ocho grados, que eso carecía de interés para el común de la gente incluyendo a Manolo.
¿Porque perder tiempo averiguando valores que son tan esquivos a nuestro entender como la expansión del universo?
No señores, Manolo no pierde tiempo en esas nimiedades.
Ya se imaginaba salir a la calle y la gente diciéndole.
— ¿Manolo me emprestas la multiplicadora?
— ¿Dónde?  Les preguntaría él, que sostenía que el secreto es donde. “Dime donde y te diré que y como” ese era su lema.
Pero como prestarles la multiplicadora si ni el se animaba a usarla. Era un artilugio que no podía ni debía caer en manos de cualquiera, por ejemplo Donato el carnicero, hombre avaro si los hay, o Doña Lorenza que era capaz de cualquier cosa por figurar.
No, eso no era lo que quería Manolo. No, afirmación que junto a Manolo hacemos nosotros.
Manolo arrepentido de la multiplicadora, debe elegir entre destruirla, aunque recién la termino de inventar o esconderla y  su torpeza hace que la esconda.
En la parte de atrás del estante mas alto y alejado que hay en su taller,  Manolo, esconde la multiplicadora, que esta guardada en  una caja de fósforos,  pintada con tempera  rosa y con la palabra multiplicadora escrita.